Capítulo 8: Smarteando el sdb de mi vecina.

Durante la noche me levanté varias veces a releer el enigmático mail. Entré en su correo para comprobar que efectivamente había sido enviado desde allí. No entendía nada. Mi vecina estaba muerta. La había visto con mis propios ojos. Quizá los del GdV-bp querían hacerme enloquecer. Apuré el resto de una botella etiquetada como “vodka” pero de color verde césped y algo pastoso. Sin duda no era vodka pero tampoco podía precisar la naturaleza del mejunje aunque no era malo. Me fui a la tty3 «CTRL+ALT+F3». Las ttyl-6 son mi refugio cuando todos los rincones de las “X” te recuerdan a alguien. Para distraerme, me bebí el último vaso con smart:

# apt-get install smartmontools

Comprobé  si estaba activado  (SMART  support is: Enabled)  con la opción  11 -i” y si no lo estaba activarlo con la opción  11-s”:

# smartctl -i -d ata /dev/sdb

(si el disco es ide se le quita el 11 -d ata”)

# smartctl -s -d ata /dev/sdb

# smartctl -A -d ata /dev/sdb

Nada en WHEN _ FAILED y el campo VALUE (un atributo interno de smart que va del 1 al 253, siendo 1 el peor resultado y los valores normales entre 100 y 200) algún aspecto por debajo de lo normal pero nada grave.

# smartctl -H -d ata /dev/sdb

El resultado del test fue PASSED. Era improbable un fallo del disco. ¿Las horas de vida cuantas podían ser?

# smartctl -1 selftest -d ata /dev/sdb

Algo más de 5000 horas, nada. El disco estaba bien, era yo el que desde que empezó el asunto de mi vecina, sin dormir, cansado, sucio, mal comiendo y con la cabeza ardiendo, estaba necesitando un killall con hielo y unas gotitas de angostura. Subí a la azotea. Todavía era noche cerrada (como las tty – pensé). Me senté en el suelo para aclarar ideas.

¿Que tenía? Mi vecina estaba muerta. O no… Tampoco le tomé el pulso. quedé petrificado  en la puerta sin poder entrar en la habitación. Supuse que estaba muerta. ¡Qué imbécil! Igual todo lo supuse: el asesinato, la sangre… Ahora que recuerdo, el Subinspector Linares nunca mencionó nada sobre un crimen. Ni de un cadáver … Mi cabeza no podía más, iba a estallar en mil pedazos. Debía empezar nuevamente de cero y para ello, en mi cerebro hice mentalmente:

$ rm historia_de_mi_vecina

$ touch nueva_historia_de_mi vecina

Esta vez empezaría bien y con premisas más solidas. Me puse en pie y levanté la cabeza para mirar cara a cara hacia la inmensidad de las tty. En mi interior edité el nuevo documento:

$ nano nueva_historia_de_mi_vecina

y mis neuronas teclearon en la primera linea del documento imaginario lo único que podía asegurar el éxito de mi misión:

#!/bin/bash

Empezaba a llover. Me aproximé al extremo de la azotea y levantando mis brazos al cielo grité con todas mis fuerzas hasta quedar exhausto:

– ¡Bash!, ¡Todo es bash!