Capítulo 9: Un ulimit que no está a la altura de la vecina

Cuando abrieron en el bar donde trabajaba mi vecina, yo hacía rato que aguardaba en la puerta. Había llovido con ganas durante toda la noche y estaba chorreando. La chica me sirvió un café con leche y una pasta. Le pregunté por mi vecina.

  • ¿La conocías? – me preguntó.
  • Bueno, nos acostamos juntos en alguna ocasión.

No tantas como hubiera deseado. En realidad solo fue un par de veces, pero en cada ocasión fue como si me hubieran lanzado un forkbomb que me agotó la totalidad de los recursos. Lanzas:

$ ulimit -u

Y si da un resultado de “ilimitado” o un valor extremadamente alto, puede ocurrirle al sistema lo que a mí con mi vecina. Para resolverlo podemos limitar el número de procesos abiertos para que estos no puedan llegar a colapsarlo:

# nano /etc/security/limits.conf

Y ponemos antes del “End of file”:

* hard nproc 1000

Y los limitamos a 1000 que para una máquina está bien. Ojalá mi “ulimit” personal fuera 1000, bueno con 10 ya me conformaría, o 5, el caso es que no paso de 3 por mucho que modifique mi limits.conf y para terminar el tercero con éxito, uno tiene que sacar inspiración hasta  del parpadeo de las lucecitas del router. Para acabar reiniciar ulimit, el de la máquina claro:

$ ulimit -a
  • Los últimos días estaba radiante de alegría – prosiguió la chica de la barra – por lo visto había conocido a un chico… se deshacía por él y no se que decía de un velo en los ojos o, no se, algo relacionado con informática, o de ordenadores y pingüinos … en fin, no me hagas caso que yo, fuera del messenger y cuatro cositas, nada de nada. Oye, por casualidad ¿No serás tú el chico?

¿Era yo el chico? ¡era yo el chico! tenía que serlo, quería serlo, ha dicho que se deshacía por mí, te quiero, te amo. Se me había puesto aquella cara de pamplinas tan característica porque cuando uno se enamora por muy bash scripting que sea se “imbeciliza” tanto como sin bash scripting. ¡Tengo que encontrarla! Tengo que decirle que la quiero más que a la tty4 … quiero fundirme con ella:

$ cat tu yo >> tuyo

Pero, ¿por dónde empezar? Tenía que ver nuevamente al Profesor. Necesitaba datos, muchos datos y quizá él podría facilitármelos. Le di un beso y un fuerte abrazo.

  • Me has ayudado mucho, te quiero.

Le decía mientras salia del bar. Corrí más que un dual core quad para llegar cuanto antes al apartamento del Profesor.  Subí los peldaños de tres en tres.

  • ¡Profesor! ¡Profesor!

Gritaba mientras tocaba el timbre insistentemente. Una  vecina,  ya mayor, del piso contiguo salió para ver qué era aquel escándalo. Le conté que tenia que ver urgentemente al Profesor, pero tras la puerta solo silencio. Mi euforia inicial fue convirtiéndose en pánico. La señora mayor me contó que siempre coincidían en la panadería de la esquina, pero aquella mañana el Profesor no apareció. Los balcones de los dos pisos no estaban muy separados y pude acceder al interior de la vivienda. La escena, muy parecida a la vista en casa de mi vecina: desorden, pintura roja por las paredes (que, tonto de mi, tomé por sangre) y el pe como si le hubiera pasado un trasatlántico por encima. Los autores eran, sin lugar a dudas, los GdV-bp y del Profesor ni rastro. Le dije a la anciana que llamara a la policía y le contara lo ocurrido al Subinspector Linares y yo me fui volando hacia mi casa. Entré y el espectáculo que vi era dantesco: todo revuelto  y el pe hecho trizas. Los Blue Pántallaz venían a por mi. Me había salvado porque aquella noche…

  • ¡Te hemos  pillado  escoria!

Sin darme cuenta, el armario de comisaria y un par de acompañantes habían entrado en mi apartamento y me habían inmovilizado.

  • Confesarás, te juro que confesarás, pero antes de llevarte a comisaría nos divertiremos un poquito, ¿verdad muchachos?

El primer puñetazo en la boca del estómago me dolió una barbaridad pero me dejó k.o. y aunque me levantaron varias veces para continuar aporreándome ya no me enteré. Sangraba por la nariz y el labio y al ojo derecho no había forma de hacerle un mount.

  • Venga, venga muchachos, que os lo vais a cargar….

El Subinspector Linares se había convertido en mi ángel de la guarda, pero en esta ocasión, con diez minutos de retraso. Me ayudó a levantar.

  • ¿Como está nuestro Linux?
  • GNU/ Linux.

Dije balbuceando, soltando grumos de sangre por la boca y casi de forma inaudible.

  • Deja que te vea.
  • Siento no poder decir lo mismo …
  • No morirás de esta.
  • De nuevo el profeta. Me da una alegría.
  • Te aconsejo que cambies temporalmente de domicilio. ¿Te llevo a alguna parte?
  • No se. Gracias.  Al bar  donde trabajaba  mi vecina.  ¿Puedo preguntarle?

¿Está viva?

  • Muy probable, pero déjanos esto a nosotros y no quieras jugar  a los de­tectives. Procura descansar. Mis muchachos,  que a veces tienen unos métodos demasiado expeditivos, y yo tenemos tanto interés como tú en resolver este caso. Me dejó en el bar. Era primera hora de la tarde y no estaba muy concurrido.

Cuando la chica de la barra vio mi estado vino corriendo y me acompañó a una especie como de reservado, pero pude observar como un hombre de mediana edad que también estaba detrás de la barra y que por su aspecto podría ser el dueño, no puso buena cara

  • En media hora termino mi turno. – dijo.

Desmontado como estaba, solo podía salvar mis errores de disco un:

# fsck.ext3 -vpf /dev/yo